Pizza Margarita en Florencia, Italia.

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Tratar de no estancarme en la misma rutina culinaria, muchas veces puede convertirse en un verdadero desafío., porque cocinando bajo presupuesto, es muy fácil caer en la misma rutina repitiendo platillos.

Pollo y arroz, por ejemplo, representa zona de comodidad para mí (y creo también lo es que para muchas otras personas que cocinan comida casera).

Para ahorrar, compramos pollos enteros y los corto en partes. Siento que puedo sacar mas provecho del pollo que yo misma desmenuzo, que del que viene empaquetado en partes (paquetes de pechuga, piernas, muslos, etc.). He notado que regularmente termino cocinando algún platillo que incluye pollo y arroz por lo menos una vez a la semana.

Así que, hace unas noches, para salir de la rutina, decidimos divertirnos un poco con la cena y hacer pizza casera.

Mientras mi esposo y yo extendíamos la masa, en su debida forma circular, no muy perfecta, por cierto, recordé el viaje que hice con mi mamá por toda Europa hace un par de años; específicamente, recordé nuestro tiempo en Italia.

Comenzamos nuestra jornada italiana en Roma. Luego viajamos a Florencia por tren; después fuimos a Pisa y, finalmente, a Venecia. Pero fue nuestro tiempo en Florencia el que causó el mayor impacto en mi mamá y en mí.

Me di cuenta desde el principio que, a pesar de que mi mamá estaba en medio de una aventura viajando por Europa, no estaba tan dispuesta a aventurarse fuera de su zona de comodidad en un detalle. Estábamos en Roma cuando nos sentamos a comer y le pregunté si ella quería comer un trozo de pizza.

-¡Estamos en Italia, mamá! ¡Tenemos que probar pizza!

Pero ella simplemente se negó a comer pizza de cualquier tipo. Dijo que no le gustaba.

Así que en Roma, disfrutamos de otros platillos italianos – pastas, panes, calzones, carbonara, etc.

En Florencia, nos alojamos en un hotel que estaba en una zona céntrica, en donde pudimos salir y caminar a donde quisiéramos.

Entramos a diferentes tiendas y la gente local hablaba con nosotros – sin saber si hablábamos italiano – . Ayudaba un poco que yo he estudiado el idioma, y la única palabra que mi mamá sabía decir era “ciao”, así que ella constantemente saludaba y se despedía de la gente.

Un día, mientras caminábamos, viendo la hermosa arquitectura de Florencia, entramos a una tienda, y entablamos conversación con el dueño del establecimiento. Le dije que mi madre me había llevado a viajar por Italia; y el me dijo cuanto deseaba poder llevar a su madre a pasear por México.

Así que en mi italiano a medias, le pedí que nos recomendara un lugar en el que mamá y yo podíamos ir a comer. Le dije que quería ir a un restaurante que la gente local disfrutaba – no sólo a donde van turistas.

Nos dijo que en la “Piazza del Duomo” – la plaza junto a la Catedral de Santa María del Fiori (el Duomo), – habia un restaurante del que su amiga era la dueña, y que a menudo come ahí, nos prometió que disfrutaríamos la experiencia.

El chico nos acompañó a la zona de la plaza – a nuestra derecha estaba el Duomo, y a la izquierda había restaurantes, todos con mesas y sillas afuera de los locales, al aire libre, era tan “Italia”, tan perfecto, en un día con un clima tan precioso.

Cuando entramos en la explanada, hice lo que siempre hago cuando busco un buen lugar para comer: Busqué el restaurante con mas gente.

Qué coincidencia – el lugar con la mayoría de los clientes era el mismo lugar que nuestro nuevo amigo nos había recomendado.

Así que mamá y yo encontramos una mesa libre y nos sentamos.

Cuando nuestra camarera vino a tomar la orden, nos dijo de las ofertas del día, una de las cuales, era un descuento especial en pizzas. Me emocioné y voltee a mi mamá y le dije: “Mami, esta es tu oportunidad! Puedes probar su pizza!”

Ella finalmente empezó a ceder. Mi objetivo durante nuestro tiempo en Florencia era conseguir que mi mama probara pizza, y puedo decir que en ese momento lo estaba logrando.

“Si pruebo la pizza,” ella explicó. “Tiene que ser una sencilla.”

Asentí con la cabeza mostrando mi acuerdo.

“No me gustan todas esas capas de condimentos”, agregó. “Y la masa tiene que ser delgada. No me gusta la masa gruesa.”

Ella ni siquiera sabía que estaba describiendo un artículo con el que ya estaba familiarizada, pero la dejé que me explicara, y luego le dije que en el menú tenían Pizza Margherita (Margarita), que es una masa fina y crujiente con salsa de tomate, queso mozzarella y albahaca.

Ella pidió algún tipo de pasta, pero dijo que probaría mi plato e íbamos a compartir.

La camarera notó la vacilación de mi mamá cuando mencionamos la pizza, e inmediatamente le dijo: “Le va a gustar esta pizza!… Si no le gusta, no tiene que pagarla. Le prometo que le gustará.”

Cuando la comida llegó a la mesa, todavía tuve que hacer un poco de labor para convencer a mi mamá para probar la pizza, pero cuando ella finalmente dió la primera mordida a una rebanada, sus ojos se iluminaron como una noche de luna llena en Roma.

“¡Esto no es pizza!” Exclamó. “Esto es algo que nunca había probado antes.”

Era perfecta, desde la superficie de la masa, hasta la salsa y los condimentos; todo era como una sinfonía culinaria.

La salsa era dulce, pero perfectamente equilibrada, fusionando todos los ingredientes frescos, era una explosión de deliciosos sabores. La base era increíblemente crujiente.

Cuando la mesera regresó y nos preguntó sobre nuestra experiencia, mi mama le respondió con algunas nuevas palabras en italiano que había aprendido en el pasado.

“Bella!” Gritó ella. “Bellísima!”

La mesera quedo encantada por su respuesta, lo que provocó una especie de amistad entre nosotras tres. Mi mamá tendía a conseguir esa reacción por todas partes a donde íbamos – todo el mundo parecía genuinamente amarla y mostrarle mucho respeto en cuanto la conocían.

La mesera regresó con un postre especial, diciendo que era cortesía de la casa.

Después de otra breve conversación con ella, nos dimos cuenta de que la mujer que nos había atendido todo el tiempo era la dueña del restaurante – la misma persona, amiga del hombre que habíamos conocido mas temprano ese día.

Desde ese punto en el viaje hacia adelante, mi mama no quiso comer ninguna otra cosa, sino la Pizza Margherita, por todas partes a donde fuimos.

Volvimos al mismo restaurante varias veces antes de nuestra salida de Florencia, de hecho, mi mamá fue tratada como “Super Estrella” cada vez que regresamos. Ella tuvo una conexión especial con la gente de Florencia, aunque no hablaba el idioma, fue hermoso ver cómo la comunicación trasciende las palabras.

Yo estaba feliz de ver a mi mamá feliz. Me hace sonreír el solo recordarlo.

Nuestro tiempo en Florencia fue algo que nunca olvidare, y me ayudo a entender que la simplicidad de las cosas, muchas veces muestran otras cosas mas complejas.

Las comidas con los mas simples ingredientes, son muchas veces los mejores. En el mundo de las pizzas, en la vida. Puede ser que pienses que no tienes mucho que dar, no importa, mientras lo que sea que tengas, sea de la mejor calidad.

Igual que esta receta de Pizza Margarita!

Disfrútala!


Pizza Margherita (Margarita)

Masa:

1 Paquete de levadura activa

2 1/4 Tazas de harina de trigo

3/4 Tazas de Agua tibia

1 Cucharadita de sal

½ Cucharada de Aceite de oliva

Salsa:

5 Tomates pelados enteros o una lata de puré de tomate

2 Dientes de ajo

Un manojo de albahaca fresca

Un manojo de Perejil fresco finamente cortado

Un manojo Orégano fresco finamente cortado

1/4 Taza de Azúcar

2 Cucharada de aceite de oliva

Sal

Pimienta

1/3 Taza de queso Mozzarella. Si es fresco, córtalo en rodajas

PREPARACIÓN:

Masa: 

En un tazón mezcla la levadura, 1 Cucharada de harina y 1/4 Taza de agua tibia, cubre, dejando reposar durante unos 10 minutos (la mezcla debe obtener una textura cremosa pasados los 10 minutos).

Agregue lentamente la otra 1/2 Taza de agua, 2 Tazas de harina, aceite de oliva y sal, mezcle hasta que quede suave y un poco pegajoso. Si estas haciéndolo a mano, revuelve mezclando bien los ingredientes, amasando durante unos 5 minutos. La textura debe ser suave, elástica y un poco pegajosa.

Coloca en un recipiente engrasado y cubre con trozo de plástico. Deja reposar en un lugar fresco durante aproximadamente 2 horas.

Pre calienta el horno y ajusta a 475 * F, dejando las rejillas lo más bajo posible en el horno.

Si tiene piedra para hornear pizza, colócala en el horno de precalentamiento (475 * F)

Si no tienes piedra para hornear pizza, puedes utilizar una bandeja grande para hornear. Colocala en el horno para que se caliente mientras preparas la pizza afuera.

Corta una hoja de papel de horno (también llamado papel vegetal o papel sulfurizado), que sea del mismo tamaño de la bandeja en una superficie plana (en donde prepararas la pizza). Espolvorea un poco de maicena en el fondo y colocar la masa ya aplanada y con forma circular en la parte superior de la misma.

Si el borde de la masa se empalma con los bordes de la bandeja para hornear, intenta colocar la bandeja al revés (dejando la parte hueca hacia abajo).

Salsa de tomate:

En un sartén grande calienta (calor medio) el aceite de oliva. Saltea la cebolla y el perejil hasta que estén dorados, luego añade el ajo y el orégano durante unos segundos. Añade los tomates, aplastándolos, agrega sal y pimienta. Revuelve y deja hervir hasta que espese. (5-7 minutos)

Formación de la masa:

Una vez que esté listo para hornear la masa. Amásala, formando en una bola y aplástala, moldeándola y sobándola con tus dedos, estirándola en un forma circular delgada. Si es necesario, pon un poco mas de harina tus dedos. Trata de hacer la masa tan delgada como sea posible, alrededor de 1/16-inch o menos.

Extiéndela sobre el para hornear y deja reposar durante unos 10 minutos.

 

Montaje de la pizza:

 

Extiende la salsa, no en exceso, cuidando las orillas. A continuación, extiende el queso alrededor de la pizza, y hornear de 10-15 minutos.

Cuando la masa de la base se ha dorado (se ve crujiente), el queso es dorado y esta burbujeando está lista!

Cuidadosamente, saca la pizza del horno y transfiérela a una tabla de cortar. Dejar enfriar durante varios minutos.

Espolvorea las hojas de albahaca antes de cortar y a disfrutar!

Prueba esta receta y comparte con nosotros tu experiencia con #johastable 

Johambalaya – Primer viaje a Estados Unidos (Louisiana)

Hoy, estaba revisando dentro de la nevera, pensando en ideas para la cena. Había algunos productos que sabía que tenía que usar pronto, antes de que expiraran, así que decidí experimentar poniendo verduras frescas de nuestro jardín, con arroz, salchichas y algunos otros artículos.

 

Cuando mi esposo volvió a casa del trabajo, entró a la cocina y abrí la olla para mostrarle mi “experimento”.

 

Vio dentro de la olla, y me dijo con indiferencia: “oh, hiciste jambalaya”.

 

“No”, pensé. No hice jambalaya. Acabo de cocinar arroz con tomates frescos, salchichas y otros artículos que tenía en la nevera.

 

Entonces pensé un poco más en su afirmación – me di cuenta que esa mezcla era básicamente jambalaya: una combinación de sabores “cajún” con arroz y carne.

 

Así que comencé a pensar en mis primeras visitas a los Estados Unidos.

 

En 2010, dejé mi trabajo como analista político para una firma de cabildeo en la Ciudad de México para convertirme en misionera. Asistí a un entrenamiento misionero en Singapur. La primera etapa de ese viaje inicial tuvo una parada de tres semanas en Louisiana – mi primera visita a Estados Unidos.

 

Fue de hecho, durante ese viaje que conocí al hombre que años mas tarde se convertiría en mi esposo.

 

Como una de los tres misioneros en nuestro camino de México a Singapur, fuimos invitados a un almuerzo/entrevista para el periódico local con “Mr. Williams.

 

Una adolescente de una de las iglesias que visitamos, Shelbi, nos dijo que había estado tomando clases de periodismo con el editor del periódico local, el Señor Williams.

 

En mi mente, cuando oí hablar del profesor / periodista, me imagine a un hombre viejo, probablemente aburrido. Sin embargo, cuando llegamos a la casa para el almuerzo me di cuenta que estaba muy equivocada – él era de la misma edad que yo, y no tenia nada que ver con lo que mi imagine.

 

Rápidamente nos hicimos amigos y nos mantuvimos en contacto a través de los años. Cada vez que yo regresaba a los Estados Unidos, el estaba en mi lista de amigos con los que trataba de encontrarme. También nos mantuvimos en contacto a través de Skype, correo electrónico, postales y FaceTime.

 

En ese momento, mi inglés no era muy bueno y me faltaba confianza en el idioma, así que no pensé que podría pronunciar correctamente su nombre de pila, “Aaron” (En ingles), así que simplemente siempre lo llamaba “Mr. Williams.

 

Durante ese viaje inicial a Louisiana, había una larga lista de cosas que los locales me dijeron que necesitaba hacer – y entre las prioridades de mi lista estaba comer ciertos alimentos, uno de los cuales era “jambalaya”.

 

También fuimos a un pantano, visitamos una plantación, probamos cocodrilo, disfrutamos beignets en Nueva Orleans, visitamos Louisiana State University (La Universidad Estatal de Louisiana), y vimos su mascota, Mike, el tigre que vive en el campus, entre otras cosas.

 

Aprendí que la gente en el sur de los Estados Unidos, especialmente en Louisiana, se enorgullece de su comida. Y Louisiana ofrece una mezcla única de sabores y alimentos. La primera vez que probé jambalaya fue en la ciudad de Gonzales, con una buena amiga, la señora Carolyn. Ella nos llevo a un pequeño lugar llamado “The Jambalaya Shoppe”, y no pude evitar ver el plato de arroz, su color y textura, y debatir mentalmente si debía o no meter la cuchara al plato.

 

Me recordó un poco al Arroz Con Pollo (un plato venezolano muy común en toda casa a lo largo del país), aunque su aspecto era un poco seco. El color tampoco era el mismo. Venia servido con pan como guarnición – no tenía sentido para mí, era arroz seco con pan seco… Ninguna de mis experiencias culinarias previas me decía que iba a disfrutar esto.

 

Pero como en cualquier otro momento que he probado nuevos alimentos en otros países, volteé a ver a mi alrededor cómo otros disfrutaban sus platos. Algunos añadían sal y pimienta, otros salsa picante, salsa Tabasco (Que por cierto es de aquí de Louisiana!), otros incluso colocaban el arroz en el pan. Pero una cosa que pareció unánime, es que lo disfrutaban y hacían verlo como un buen platillo. Así que tome una cuchara y comí, y para mi sorpresa, estaba húmedo y explotó en mi paladar un muy buen sabor.

 

Unos días más tarde, fui invitada a asistir a una reunión con otras personas de una iglesia en la misma ciudad de Gonzales. Cuando llegué allí y vi la variedad de alimentos, vi jambalaya de nuevo.

 

La probé, y aunque era diferente de la que había comido pocos días antes, también fue deliciosa. El color era más rojo que la primera, y parecía tener más carnes.

 

Me encontré comiendo jambalaya en casi todos los eventos que asistí a la zona de Baton Rouge durante ese viaje, y durante mis estancias en Louisiana en los últimos años.

 

Me di cuenta de que cada jambalaya era diferente. Cada vez que probaba el platillo, había algo nuevo, algo diferente – al igual que las personalidades de los chefs/cocineros que las prepararon.

 

Así que cuando mi esposo vio mi recién hecho platillo, y dijo que pensaba que parecía jambalaya, le dije que eso no era lo que había cocinado. Era un plato con muchas similitudes, aunque tenia toquecitos de mi ascendencia mexicano-venezolana, una pizca de mi propia personalidad, y un montón de “esto es lo único que teníamos en la nevera”! jaja

 

Se rió y dijo, “Oh, entonces es ‘Joha’-mbalaya.”

 

Así que aquí está la receta de jambalaya con mi toquecito personal… esto es Johambalaya!

 

 

JOHAMBALAYA

(2-3 personas)

 

½ Kg de Salchicha ahumada, cortada en rodajas

1/2 Cebolla roja, cortada en julianas

2 Tallos de cebollín picada finamente

2 Diente de ajo finamente picado

1 Tomate, picado en pedacitos

1 Tallo de apio

¼ Kg de Champiñones limpiados y cortados en mitades.

1 Taza de arroz

½ Taza de caldo de pollo

Una pizca de comino

Una pizca de pimienta de Cayena

1 cucharadita de Salsa inglesa

Un ramito de Perejil fresco

Sal

Pimienta negra

 

INSTRUCCIONES:

 

En un sartén grande, a fuego medio-alto, saltea la salchicha ahumada hasta que esté dorada por todos los lados. Saca del sartén y mantener a un lado.

En una olla separada, vierte 2 tazas de agua y lleva a punto de ebullición. Cuando el agua comience a hervir, agrega el arroz, agrega un poco de sal, baja la llama, y pon una tapa en la olla. Deja cocinar por unos 10 minutos. Una vez que es suave, retira del fuego.

En la sartén donde se cocinó la salchicha, con la grasa de la salchicha todavía en el sartén, saltea la cebolla roja y el cebollín, el apio y los champiñones por cerca de 4 minutos.

A continuación, agrega el ajo (no lo añadí al principio porque tiende a quemarse si se fríe durante demasiado tiempo). Cocina hasta que las verduras cambien a un color dorado (no quemado).

Agrega el tomate, el comino, la pimienta de cayena, la salsa inglesa, el perejil fresco, sal, pimienta, y aproximadamente 2 cucharadas de caldo de pollo.

Combina cuidadosamente el arroz cocido y la mezcla vegetal. Si la mezcla parece demasiado seca, añade poco a poco el caldo de pollo, dándole tiempo para ser absorbido. Pon la tapa durante unos 5 minutos a fuego lento.

Prueba para confirmar si es el sabor y la consistencia deseada.

Retira del fuego, agrega más sal si es necesario y sirve acompañado de pan de maíz si es posible, y la salsa picante!

 

Prueba esta receta y comparte con nosotros tu experiencia a través de #johastable

 

Spontaneous Vacation/Pineapple Rice

We were at the grocery store the other day and I was perusing through the fresh produce when I noticed some delicious looking pineapples.

I’ve selected fresh pineapple before, but the truth is I didn’t know how to pick out a good one. As I stood there fondling the prickly fruit, my husband returned from the other side of the store with a gallon of milk in hand. He placed the milk in our cart and realized I was staring at pineapples.

“I love pineapples!” he said, seemingly reading my mind. “We should get one.”

He reached into the pineapple display and grabbed a more-yellow-than-green-or-brown pineapple, brought it close to his face and smelled it, and then gently tugged at the leaf at the fruit’s top center.

He explained – and I later googled his facts to verify – how to pick out a ripe pineapple.

You can tell a pineapple’s ripeness by its color, scent and by gently tugging on a leaf.

The closer to ripe the pineapple gets, the more robust the scent. An unripe pineapple’s scent is faint.

Also, the top center leaf will easily pull from the fruit when fully ripened.

So we brought home a good, ripe pineapple, and my excited husband cut it open as soon as we got home and began eating the sweet tropical delight.

But I had more in mind than simply eating the pineapple alone. I was thinking of my time in Southeast Asia, and a dish that quickly became a favorite – Pineapple Rice. Pineapple Rice is basically fried rice with pineapple and shrimp.

Pineapple Rice is known as a popular Thai dish, but something I found out firsthand is the fact that, though it’s popularity is not in question, it’s not actually a Thai dish; which really confused me because nearly every Thai restaurant I’ve ever been to serves the dish.

But during my travels, I spent time in Thailand, where locals told me that Pineapple Rice is not part of their diet, nor do they consider it an actual Thai dish. In fact, I only saw the dish in restaurants in touristic areas.

I first tried Pineapple Rice in Singapore, in Golden Mile Complex – the Thai market in the city. And I ate the dish often during my time in Asia.

When I think about the dish, I think of my dear friend Bere.

Several years ago, Bere and I traveled together to Indonesia on a whim for a several days, for a relaxing miniature birthday vacation.

I had just gotten back to Singapore from a long work trip and was at home when my friend, Bere, began texting me.

After our greetings, I told her I was back at home and asked what she was doing.

It was a random Monday for her, so it was strange that she was able to communicate with me during work hours.

“I took the week off work,” she told me.

I replied, saying, “We should go somewhere!”

She upped the ante with a suggestion: “We should go to the beach!”

It was the middle of December, and my birthday was only a couple of days away and I had been gone for work, so I was planning to take the rest of the week off, so I agreed.

And just like that, we decided to leave and go to the beach; Bere suggested Bintan Island in Indonesia, which was a two-hour ferry ride from Singapore.

Within an hour after texting, we met at the ferry terminal, bought tickets and headed to Indonesia.

On the way, Bere made hotel reservations, and we were set.

At the hotel where we stayed, there wasn’t much around, so most of our days were spent napping in the room or lying on the beach.

The beach was beautiful, with crystal clear waters and golden sands.

To this day, that trip remains one of the most relaxing times of my adult life.

We spent a couple of days resting and relaxing at one of the most beautiful beaches in that area. And I ate lots of Pineapple Rice.

Bere is a vegetarian, so she was able to eat the dish as well – she just picked the shrimp out.

I remember trying other foods during that trip, and wasn’t impressed; but the Pineapple Rice was a continual delight.

So now, when I think of Pineapple Rice, I think about Bere and our spontaneous trip to Indonesia and how she remains one of my best friends and favorite travel partners.


 

PINEAPPLE FRIED RICE

2 -3 People

(All the ingredients are approximation, add or change ingredients to taste)

 

1 Cup of cooked white rice (cold, or day old if possible) – Check how to make a better rice

10 Shrimp

1 egg

1/2 Yellow onion finely cut in small pieces

2 Green Onions chopped

1-2 Medium-sized Tomatoes, seeded and chopped in 1/2 inches pieces.

2/3 Cup Fresh Pineapple, cut into 1/2 inches pieces. (*If you can’t find fresh pineapple, use canned pineapple drying with a napkin as much juice as you can.)

1/2 Cup of roasted unsalted cashews

1 tsp Soy sauce

1 tsp Fish sauce

1 tsp Curry powder

1 tsp Sugar

1 Sliced Cucumber for garnish

1 dash of White Pepper

1 dash of Salt

2 tsp Cooking oil (vegetable, olive or whatever you regularly use in your kitchen)

 

PREPARATION

Before starting, mix all the dry ingredients (curry, sugar, white pepper, salt) in a small cup. Mix wet ingredients (Soy sauce and Fish sauce) in a separate small cup. Set aside.

(You are free to skip this step and serve direct while cooking.)

In a big frying pan, heat on medium-high and sear the shrimp until pink and on all sides. Once it is ready, take it out of the pan, and drain the excess oil and set a side.

Using the remaining oil (and adding a little more if necessary), add the egg and scramble. When the egg starts changing color (half way cooked) add the rice and stir until it is mixed (around 2 minutes).

Add onions and mix for approximately 2 minutes.

Add dry ingredients (curry, sugar, white pepper, salt) and half of the wet ingredient mix (soy sauce and fish sauce), keep stirring until the rice grains are separated, and the seasoning has covered all the dish (about 3 minutes).

Add pineapple, shrimp, cashews and the other half of the wet ingredient mix. Stir approximately 3 minutes.

Once the pineapple is darkened and the rice is dry, turn off heat. Add tomatoes and the green onions.

Serve the rice garnishing with the whole shrimp on top and cucumber on the side as garnish.

 

Vegetarian version:

Omit the shrimp and egg (vegan)

Use coconut oil and add spice it up with some garlic and fresh ginger.

 

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Vámonos de Pinta / Elote Cocido

 

Hace un par de semanas compramos maíz fresco de un mercado local. Mi marido tenía la intención de cocinar algo con él – ya fuera el pan de maíz de su bisabuela, o grits, o algo más. Honestamente, no recuerdo lo que estaba planeando cocinar; Pero a medida que la semana progresaba y la vida siguió avanzando, el maíz permaneció sobre la mesa, sin cocer.

 

El otro día estaba viendo las mazorcas y decidí hacer un bocadillo que atañe a mis raíces mexicanas – Elote Cocido.

 

Elote cocido (maíz cocido) es una merienda que se puede comprar en las calles mexicanas. A menudo consumida durante las celebraciones patrias. Es el maíz hervido en una mezcla cremosa, con queso, picante, insertado en un palillo.

 

Mi decisión de hacer esta botanita (pasapalo) trajo a mi mente, un recuerdo particular que inundo mis pensamientos: Recordé la única vez que “me fui de pinta” (me jubile/falte a clases) – cuando estaba en octavo grado (Segundo de Secundaria).

 

Nunca fui mala estudiante durante la secundaria – no tuve malas calificaciones; Nunca reprobé alguna materia. Yo era social; me llevaba bien con mis compañeros y maestros; participe en actividades extracurriculares, e incluso inicie un grupo de música (tocaba el “cuatro venezolano,’ un instrumento de cuerda muy parecido al ukulele).

 

Fui estudiante un poquito arriba del promedio, pero, sobresaliente hasta mi ultimo año de secundaria (noveno grado), cuando mis calificaciones tuvieron una mejora muy notable.

 

Un día, mi amiga Paty y yo decidimos irnos de pinta. Nadie sospecharía de nuestro plan.

 

Tenía que ser perfecto. Así que tomamos una semana para planear y preparar.

 

Podrías estar preguntándote ahora mismo, “¿Por qué saltar escuela?”.

 

Yo era una chica de iglesia que se llevaba bien con todo el mundo y trataba de portarme bien… pero siempre me ha gustado aventurarme, y he disfrutado los desafíos. Yo sabía que esto, haría subir mi adrenalina.

 

Así que después de nuestra semana de preparación, llegó el viernes cuando haríamos nuestra huida a la libertad. Fue sólo unas pocas semanas antes de los finales, por lo que el año escolar estaba por terminar.

 

Aquella era la semana de la “Feria de Ciencias” – por lo que había muchas caras de estudiantes y maestros ausentes en las aulas de clases, así que sería difícil para los prefectos saber por qué no estábamos en la escuela.

 

Salimos de nuestras casas vestidas con los uniformes escolares y nos reunimos afuera de la escuela. Nos subimos a un autobús y tomamos el metro, dirigiéndonos al tradicional lugar donde los niños se iban de pinta en aquel tiempo (no se si ahora lo sigan haciendo): Chapultepec.

 

Chapultepec está en el centro de la Ciudad de México, y alberga un bosque, parques, un zoológico, un castillo en una colina, un lago, un museo – un montón de cosas divertidas que hacer mientras no estas en clases. A veces, es referido como los “pulmones de la ciudad”, debido a sus vastas zonas verdes.

 

Cuando llegamos, vimos a nuestro alrededor y nos dimos cuenta que muchos niños de otras escuelas tuvieron la misma idea que nosotras. Había un montón de niños, vestidos con uniformes de secundarias de todos los extremos de la ciudad.

 

Ciudad de México es la ciudad más grande del mundo, alrededor de 30 millones de personas viven allí, por lo que la probabilidad de que hubiera otros niños que decidieron saltar escuela ese mismo día era bastante alta.

 

Era un lugar fresco para simplemente ir a esconderse por un día.

 

Caminamos súper felices. Nos sentamos y tuvimos un picnic, comiendo lo que se suponía que era nuestros almuerzos para el desayuno.

 

Fuimos al zoológico y pasamos un par de horas ahí. Pasamos el tiempo simplemente caminando por el parque.

 

Después, llegamos al lago, y decidimos alquilar una canoa. Se veía divertido.

 

Pero alquilar una canoa resultó ser caro para nosotras.

 

Afortunadamente, mientras estábamos esperando que nos atendieran, empezamos a hablar con un grupo de muchachas que estaban formadas y venían de la parte sur de Ciudad de México. También se habían ido de pinta ese día.

 

Nos dijeron que necesitaban meter dos personas más en las dos canoas que ellas estaban alquilando, así que bien contentas saltamos dentro de su canoa!

 

Mientras estuvimos remando alrededor del lago con nuestras nuevas amigas, un grupo de niños de nuestra edad que venia en otra canoa nos vieron, y comenzaron a hablarnos.

 

Empezamos a bromear con ellos. Nuestras bromas eran inocentes y amistosas, y los muchachos nos preguntaron si queríamos cambiar de barco; algunas de nosotras entrar en su canoa, y algunos de ellos saltar a las nuestras.
La idea era que nuestro grupo se hiciera mas grande, y sumando a los chicos pasar el resto del día juntos con mas diversión.

 

Por alguna razón no me gustó esa idea. Yo era muy escéptica.

 

Eran buena onda (chéveres), pero yo no los conocía.

 

Así que yo, junto con algunas de las otras chicas, nos quedamos en nuestra canoa, mientras las chicas que querían mezclarse con ellos, se pasaron al otro bote. Nos pasaron sus mochilas, y otras pertenencias para hacer espacio, para la gente extra que estaría en su canoa. Paty era una de ellas.

 

Cuando los muchachos y las muchachas comenzaron a mezclarse en las canoas, un par de los chicos se pararon entre los dos botes y comenzaron a sacudir la canoa de las chicas.

 

Las otras chicas y yo vimos a una distancia segura, mientras su bote se sacudía y todas cayeron al lago. Incluyendo a mi amiga Paty!

 

El lago estaba asqueroso. El agua tenía un olor terrible, y una gruesa capa de algas verdes.

 

Después de que cayeron, tuvimos que rescatarlas. Las miradas de algunas de las caras de las chicas estaban llenas de devastación.

 

Yo no estaba tan devastada… Aunque fue feo para ellas, moría de risa!

 

Finalmente salieron del agua. Con un olor terrible… No pudimos rescatar su bote.

 

Encontramos algunos rociadores que se prendían automáticamente para regar los jardines alrededor del parque. En los que las chicas, incluyendo Paty, pudieron limpiarse un poco. Por suerte, Paty trajo una blusa extra ese día, y pudo al menos cambiarsela. Así, seguimos caminando un poco más, hasta encontrar algo de comida.

 

Teníamos mucha hambre, así que nos detuvimos en un puestecito para comprar elote cocido. Ese fue el aperitivo perfecto para terminar nuestro día en Chapultepec, y nos dirigimos a casa.

 

Por supuesto, en el camino a casa, pasamos a la Feria de Ciencias. Nos aseguramos de ser vistas por varios amigos y maestros, para así tener una coartada perfecta.

 

Fue un día divertido y memorable para mí. Y lo mejor de todo es que no nos cacharon!

 

Nuestro plan había funcionado, y tuvimos un día de libertad, hicimos nuevas amigas, tuvimos un montón de risas y una buena merienda.

 

Por desgracia, Paty tuvo una reacción alérgica grave en su piel, por la asquerosa agua del lago en la que cayo; por lo que no pudo salir de su casa por varios días.

 

Aun así, el recuerdo del día en que nos fuimos de pinta estará siempre en nuestros corazones.

 


 

ELOTE COCIDO

 

Esta botana es súper fácil de hacer. Estos son los sabores base de muchos platillos mexicanos, y hay muchas variaciones. Así que pruébalo, y se creativo!

 

Ingredientes:

 

Mazorcas de maíz.

 

Agua

 

Mantequilla

 

Mayonesa

 

Queso Fresco rallado (Si no puedes encontrar queso fresco, usa queso parmesano)

 

Chile en polvo (Chile piquín)

 

Limón

 

Sal

 

Pimienta

 

Palillos para brochetas (para insertar y sostener las mazorcas) – Yo no tenia palillos para brochetas, así que usé palillos chinos.

 

INSTRUCCIONES

 

Limpia el maíz

 

En una olla lo suficientemente grande en el que se puedan sumergir las mazorcas completamente en el agua. Hierva el maíz por cerca de 15 minutos, o hasta que el grano esté blando.

 

En un tazón o una bandeja, esparce el queso

 

Saca el maíz del agua con unas pinzas de cocina. Sostenlo con una toalla (para que no te quemes la mano) e inserta el palillo/brocheta en el centro de la mazorca.

 

Sosteniendo ahora por el palillo, extiende la mantequilla sobre el maíz y luego cúbrelo con una fina capa de mayonesa.

 

Coloca el maíz en el queso y ruédalo para cubrir todos los lados.

 

Sazona con sal, pimienta y chile piquín, al gusto.

 

Exprime el limón sobre el Elote y a disfrutar!

Dulce Tailandia, Dulce arroz con mango

Amo Tailandia!

 

Todo sobre ella: su gente, sus paisajes, la comida… Si… especialmente, la comida.

 

Hace unas semanas – a principios de Abril – cuando se acercaban las fechas en que se celebra el Año nuevo Tailandés, quise celebrar con uno de mis platillos tailandeses favorito: Mango Sticky Rice (Postre hecho a base de Arroz con mango y leche de coco)

 

En 2011, pase un poco mas de un mes en Tailandia. En aquel tiempo, acababa de llegar a Singapur, y tenia un contacto en Tailandia que estaba encargada de un orfanato, a quien decidí ir a ayudar, y también para explorar el país, con la intención de mudarme como misionera ahí.

 

Y déjame contarte que de verdad tuve la oportunidad de explorar.

 

Cuando llegue a Bangkok, llame desde el aeropuerto a mi único contacto en la ciudad, para confirmar en donde nos veríamos. Ella contesto, y me dijo que no estaba en la ciudad por el momento “regresa después”.

 

“Regresa después??” Como si se tratara de mi llegando después del horario de apertura de un supermercado. Esto era mas serio que llegar después de que cerraron la tienda – Yo estaba en un país completamente nuevo y mi único contacto me acababa de decir “regresa después”.

 

Sentí mucho miedo. Este era mi primer viaje a un lugar completamente desconocido.

 

Me sentí frustrada, y tiendo a culparme cuando las cosas no funcionan.

 

Enmudecí y me quede paralizada. Pensando “vete”, pero no tenia dinero para pagar un viaje de regreso. No sabia que hacer, a donde ir, a quien llamar.

 

Ni siquiera sabia como salir del aeropuerto.

 

Mi plan había fracasado.

 

Volví a la realidad – Necesitaba hacer algo. No podía solamente sentarme en el aeropuerto de Bangkok.

 

Todos mis miedos de pronto tornaron repentinamente en una nueva fuerza.

 

No se si tu que estas leyendo, crees en Dios, pero en ese momento, sentí una fuerza tan grande desde mis entrañas que la única palabra para explicarla es Dios.

El me dijo “Viniste hasta acá desde México. Saca el mejor provecho de esta oportunidad”. Sabia que Dios me había llevado a Tailandia con un propósito.

 

Los planes cambian, pero siempre hay un propósito, y normalmente, es bueno.

 

Y fue así como las cosas empezaron pasar.

 

Mis primeros días en Bangkok me aloje en una habitación en donde el único sonido que podía oír durante la noche, fueron las ratas corriendo por toda la habitación.

 

Pero sabia que de alguna manera, las cosas iban a mejorar.

 

Pocos días después de mi llegada, una muy buena amiga mía, vio una publicación que hice en Facebook y me contacto. Me dijo que se había mudado recientemente a Tailandia y vio que estábamos en la misma ciudad, así que me ofreció hospedaje, para que me quedara con ella y su bella familia.

 

En ese momento, pase de dormir en una habitación junto a ratas, a dormir en una casa junto al lago!

 

Los acontecimientos que tuvieron lugar en ese tiempo son lo que dieron forma al amor que siento por Tailandia.

 

Me di cuenta de que no necesitas pasar un tiempo muy largo con alguien para convertirte en alguien notable en su vida.

 

Pase varias semanas entre Bangkok – La mega ciudad, Chiang Mai – las áreas extremadamente turísticas, Mae Sot – la frontera con Myanmar, y Korat – la zona de campos del país.

 

Decidí que me mudaría a Tailandia.

 

Mi idea era volver a Singapur, recoger mis maletas y volver a Korat en dos semanas.

 

Ciertas circunstancias cambiaron mis planes y nunca volví. Hasta el día de hoy, me persigue esa idea… preguntándome que habría sido aquello que no sucedió.

 

Pero como dije antes, los planes cambian. Y siempre he sido del tipo de persona que sigue caminando a pesar de la tormenta.

 

Pensé en los altos y bajos de aquel viaje a Tailandia. Desde el temor aterrador que me paralizo al principio de mi viaje, hasta el primer día que salí a explorar la ciudad de Bangkok, comiendo Mango Sticky Rice (Dulce de Arroz y mango con leche de coco), ese viaje fue colorido con belleza total.

 

Recuerdo caminar por la ciudad, tomando tuk tuks, perdiéndome y encontrándome de nuevo una y otra vez. Me encontré un mercado en la calle (tianguis). Y me arriesgue a ordenar ese postre de arroz y mango.

 

Fue tan delicioso que cada que pude pedí el mismo postre en cada restaurante tailandés (probablemente si lo encuentro en el menú de algún restaurante local lo pido).

 

Todos estos pensamientos inundaron mi mente, supe que tenia que preparar este postre, solamente para satisfacer mi propio antojo.

 

No pude hacer el platillo inmediatamente. Porque se necesita equipo especial para prepararlo correctamente. Necesitaba comprar un Vaporizador de Bambú.

 

Encontré uno en oferta en un mercadito asiático local, pero se puede conseguir en línea por menos de 10 dólares.

 

Prueba esta receta y enamórate de Tailandia como yo lo hice. La preparación de este platillo requiere un poquito mas de dificultad que para otras recetas que he compartido (porque son varias cosas al mismo tiempo). Trata, valdrá la pena hacerlo.

 


 

DULCE DE ARROZ Y MANGO CON LECHE DE COCO – Mango Sticky Rice

(3 personas)

Ingredientes:

Salsa de coco dulce y Arroz:

1 Taza de arroz dulce glutinoso

2/3 Taza de leche de coco

1/4 Cucharadita de sal

1/2 Taza de azúcar

Salsa de coco salada:

1/2 Taza de leche de coco

1/4 Cucharadita de sal

1 Cucharadita de harina de arroz / Maicena

1 Cucharadas de agua

2 Cucharadas de Mung beans tostados/ Semillas de sésamo tostadas.

2 Mango fresco pelado y cortado cuidadosamente en rodajas gruesas.

INSTRUCCIONES:

[Arroz glutinoso y Salsa Dulce]

Enjuaga el arroz en un tazón y disipar el agua hasta que el agua sea clara.

Déjalo remojando en agua durante la noche (o por unas pocas horas antes de cocinar).

A la mañana siguiente, cuela y escurre muy bien el agua.

Pon el arroz a cocer en la vaporear de bambú. Coloca una tapa encima del arroz para guardar el vapor.
(Nota: Yo tenia un pedazo de gasa en la cocina y lo puse en la parte superior del arroz antes de poner la tapa, sólo para asegurarme de que mantenía el vapor.)

Cuece a vapor sobre el agua hirviendo durante unos 30 minutos.

Mientras se cuece el arroz, en una olla pequeña a parte, a fuego medio, mezcla la leche de coco, el azúcar y la sal. Revuelve hasta que el azúcar se disuelva y apaga el fuego.

(No quieres cocinarlo durante mucho tiempo, usa el calor sólo para mezclar los ingredientes. Una vez terminado, ponlo a un lado y mantenlo caliente con su tapa puesta).

Una vez que el arroz se ha cocido, vacíalo en un recipiente y vierte inmediatamente la mezcla del dulce de leche. Revuelve y tápalo muy bien.

Es importante trabajar tan rápido como sea posible para mantener el arroz caliente.

De esta manera, mientras descansa, el arroz absorberá todo el líquido del dulce de leche.

Deja reposar durante unos 20 minutos. Después de que el tiempo haya pasado, abre y revuelve cuidadosamente otra vez. Déjalo reposar por lo menos otros 20 minutos.

Si no tienes vaporera de bambú, utiliza una vaporera de metal con una gaza alrededor del arroz para evitar que caiga en el agua hirviendo al fondo de la olla. O puedes tratar en la estufa.

Yo nunca he tratado de hacerlo de esta manera, pero aquí es una sugerencia:

Por cada 1 taza de arroz añade 1 y 1/4 Taza de agua.

Deja hervir con la tapa hasta que haya absorbido el agua (No agitar). Una vez que ha absorbido toda el agua, retíralo del calor con la tapa puesta y dejarlo reposar durante 10 minutos.

Salsa de Coco Salada:

Mezcle la harina de arroz / Maicena en agua hasta que ese disuelva.

En una olla pequeña, agrega la leche de coco, la sal y la mezcla de harina con agua. Cocina a fuego medio-bajo

Revuelve hasta que comience a hervir y a espesarse.

Apaga el fuego y déjalo enfriar.

(No lo cocines demasiado tiempo, sólo hasta que hierve la primera vez y comienza a engrosar, de lo contrario la leche de coco se disolverá y tendrás que empezar todo de nuevo!)

¡Si tus Mung beans (Moon beans) o las semillas del sésamo no están tostadas, tu puedes tostarlas!

Para los Mung beans: Hierve en una olla pequeña hasta que estén suaves.

Una vez suaves. Cuela el agua y colocarlos en toallas de papel, para que absorba el exceso de agua.

Tuéstalos en una sartén seco a fuego medio durante 3-5 minutos o hasta que estén ligeramente dorados, revolviendo de vez en cuando.

Semillas de sésamo: solo tuéstalos en el sartén hasta que doren.

Sirve una porción del dulce de arroz junto a algunas rebanadas de mango y añade un poco de la salsa de coco salado en la parte superior del arroz.

Espolvorea algunas de las semillas tostadas de Mung beans/ semillas de sésamo.

¡Disfruta!

Cooking in French – Coq Au Vin

I stood in my kitchen Sunday afternoon and began putting up washed dishes that had been left out overnight to dry. We had friends coming over for dinner later in the day and I wanted to make sure everything appeared to be in order.

My husband had just turned on the television in the living room and came into the kitchen to make a light snack to hold us over until our dinner guests arrived.

He rummaged through the refrigerator and found the remains of a log of Russian salami we had purchased about a week earlier at a European market we found in Baton Rouge. He then found an opened package of goat cheese before strolling over to the pantry to find some crackers.

File May 05, 12 35 34 AM

He thinly sliced the salami, clumped the cheese and set the crackers onto a Cambodian Vandywood cutting board turned into serving tray and asked if I wanted some before heading back into the living room for what would certainly end up being his Sunday nap. My husband needs a Sunday nap. Because apparently he is a child.

But as I peered at the lovely mini-charcuterie tray he had made, I remembered a time not too long ago, when my mother and I traveled through Spain, Italy and France on our way to visit some dear friends in the United Kingdom. It was in France that we discovered the essence of the wine and cheese tasting.

The trip was about two years ago, and I had procured a quaint hotel room for my mother and me in Paris.

The hotel was small – just big enough to have an elevator, though a very old one. When I booked our room, I chose the least expensive option because we were traveling on a budget, but once we arrived and the lovely staff saw us, they upgraded us to a room with a view of the Eiffel Tower. I think it was just something about seeing a mother and daughter traveling and exploring life together that made them feel more generous toward us.

The hotel offered a wine and cheese tasting every evening. Now, I’ve had wine and I’ve had cheese, but this was very different. The cheese was creamy and extremely tasty, and the wine, paired with the cheese, had flavors I had never taken notice of in wine before.

I always hear people describing wine – saying it’s acidic or fruity or nutty – but this was the first time I actually tasted those flavors for myself. Or maybe it was just the fact that I was in Paris, and the idea of wine, cheese and bread is romantic. And I’m a hopeless romantic.

In that time, I grew closer to my mom in an unexplainable way. We laughed together, learned about other cultures together, met new people together … and all on a trip I wasn’t supposed to be on.

My father was supposed to go with mom, but due to issues with his Venezuelan passport and a visa, he was unable to go, so I got his ticket J (and it’s a good thing too, because I am fluent in English and studied French and Italian in school.)

As I put the last of the dishes away, preparing for our dinner guests, I served myself another cracker with salami and goat cheese, and started remembering my first time cooking French cuisine – in college while studying French.

In the school I attended in Mexico City, Universidad Nacional Autonoma de Mexico (UNAM), when studying a foreign language, we were thrust into the culture of that language. So, for French, we learned language skills among other things – like French cuisine.

Though my French language skills have crumbled from my memory (I’m working to try to get the language back now), I don’t think I’ll ever forget the meal my professor taught us to cook.

Coq au vin.

It may have been because it was so delicious, or, more likely, it could have been so memorable because of the laughter and fun involved in preparing that meal with my classmates, like when I found out that my friend/classmate had smuggled two bottles of wine into the classroom so we could make the meal.

As I started reminiscing about Coq Au Vin, the ingredients started coming back to my memory, and I decided to try to reconstruct the delicious French meal, without the smuggled-in wine.


 

File May 05, 12 35 19 AM

Coq Au Vin

(For 2 people)

(All measurements are simple approximations. I adjusted measures as I cooked

 

Ingredients

2 Chicken quarters with skin (thighs and legs with bone)

1 cup Red wine, traditionally Burgundy (We didn’t have Burgundy, so I used Merlot – but any dry red wine will do.)

3 pieces of Bacon cut in pieces (approx 1/2 inch pieces)

¼ pound Mushrooms, cut into halves

½ Yellow onion, chopped finely

1 tsp Olive oil

1 tsp dried Thyme (use a couple of stalks of fresh Thyme instead if you have it!!)

4 Tbsp Butter (half stick of butter)

1 Tbsp Flour

½ cup Chicken Stock

Pepper, to taste

Salt, to taste

 

Season chicken with salt and pepper and set aside.

Preheat oven to 375 degrees

On stove top, cook bacon in large pan (pan must be oven safe, as it will be going into the oven later)

Remove bacon from pan, leaving bacon grease.

Place chicken in pan with bacon grease and cook on medium-high heat until golden and skin is crispy – don’t worry about cooking the chicken thoroughly on this step. It will be cooked more later. You’re just trying to get a certain color on the chicken.

Remove chicken and place to the side.

In the same oil, sauté onions until translucent.

Add mushrooms until slightly browned.

Add butter until melted and add flour. This step will thicken your sauce.

Once mixed very well, add wine while pan is on medium heat for about 5 minutes.

Add thyme and allow it to cook for another 5 minutes.

Add bacon that was set aside earlier, and then stir in chicken stock and allow to cook another 5 minutes after mixed well, stirring as needed.

Add chicken and raise to high heat and pan-baste (scoop liquid onto meat as dish cooks) for approx. 2 minutes. Taste it and add more salt or thyme if necessary.

Take pan off stove top and place pan in oven on 375 for about 45 minutes.

At the 30 minute mark, open oven and baste chicken, then close oven and finish the cook.

If you see the chicken is ready before the 45 minutes is completed, remove from oven – everybody’s ovens work differently!

Remove from oven and let it cool.

Prepare with fresh vegetables and Bon appetite!